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Lerael Presenta: Un simple interludio [Libre]

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Mensaje por Adam Cross Lun Abr 04, 2011 4:29 pm

Existen muchas cosas que un poderoso y antiquísimo ser como yo tiene que pensar. Ahora que Adam, este miserable "humano" al que poseo por mera conveniencia, duerme tranquilamente, e tomado su cuerpo sin que se diera cuenta para aprovechar de meditar algunas cosas.

Normalmente prefiero mucho los lugares apartados, fríos y desolados para estos momentos. No hay mejor compañía que la soledad para alguien solitario, suelo decir, aunque por alguna razón hoy no me sentía muy a gusto estando sólo, pero no me importaba, porque de todas maneras no deseaba estorbo alguno. Por lo que decidí que el mejor lugar para sacarme esta inquietud que me invade es cierto lugar que sólo yo conozco en el Mundo de las Sombras, por el cual accedo mediante un atajo secreto en el Infierno.

¡Vaya, este sitio tan lleno de tierra yerma, tan alejado de la presencia de Dios y de sus celestiales! ¡Este lugar solitario por el que ningún alma incauta se atrevería siquiera a pisar por el hedor a muerte y agonía! Lugares como este me brindan una extraña paz y confortan mi alma... o lo que queda de ella.

Mientras me siento a meditar profundamente me asaltan recuerdos que podrían ser alegres para cualquiera, pero a mí me llenan de la más cruda amargura al sólo sentir que las memorias desgarradas de mi pasado me atormentan nuevamente. Tuve un pasado más bien aciago... lo reconozco, fui uno de los más prestigiosos ángeles tiempo antes de que se me ocurriera rebelarme por una razón que ya ni me acuerdo (han pasado eones de eones desde que soy lo que soy ahora), y siempre fui temido y respetado desde que tengo uso de razón, al ser el único que inventó el concepto de las "Pesadillas".

También recuerdo la gloria de la cual mis hermanos y yo nos cubrimos luego de haber creado nuestro hogar: El Mundo de la Oscuridad, o mejor conocido como el Infierno... ¿Si mal no recuerdo habrá sido Diablo el que le puso ese nombre? Me dio un ataque de risa la primera vez que lo oí, pero hasta el día de hoy cada vez que hablo de mi hogar y me siento con el corazón henchido, me lleno de un poderoso orgullo. Recuerdo tambien el día en que mis hermanos y nuestra ya grande descendencia juramos solemnemente que llenaríamos a todo el Multiverso Conocido con nuestra maldad, y en un principio lo hacíamos de una manera perfecta. Recuerdo que gentes de todas las razas temblaban de miedo y corrían despavoridas cada vez que nuestros nombres (en ese tiempo sólo se limitaban a decirnos "Demonios" o "Renegados de Dios"), lo cual nos llenaba cada vez más de orgullo al hacer nuestra labor de extender el mal en todas las naciones... Y lo bueno de todo ello es que éramos todos al mismo tiempo una familia, un ejército, un estandarte y un frente común, y nuestra fuerza radicaba en lo tremendamente unidos que éramos por medio del poder y estigma que nos identificaba, cuyo nombre que le dieron los Antiguos Celestiales, fue el PECADO.

Si, fue el pecado el que nos mantenía fuertes y unidos y gracias a ello nuestra descendencia fue creciendo más y más al punto de ser cada vez más despiadados, fuertes y temibles. Gracias al pecado aprendíamos cada vez mayores formas de hacer el mal y dejar a nuestros enemigos que ya en ese tiempo se iban levantando en armas contra nosotros, incapaces siquiera de defenderse, por el terror y el caos que les causábamos. Aunque tambien por otro lado, fue el pecado el que me hizo cometer el error de enamorarme una vez de una siniestra humana... cuyo nombre no quiero recordar, y de tener una hija, la primera súcubo, que en un principio fue mi principal orgullo, pero que luego... me traicionó y se convirtió en una simple humana... A pesar de que el odio me consuma y juré matarla algún día, el recuerdo de los momentos que pasé junto a ella no se han borrado de mi larga y quizás infinita memoria... y tambien a pesar de que mis hijas súcubos y mis hijos íncubos, que son mi mayor obra maestra, estén dotadas de infernal belleza, brillante inteligencia y me sirvan fielmente... Jamás han podido reemplazar lo que viví con ella...

Aún así Diablo, Baal, Mephisto y yo estábamos llenos de gloria y éramos felices haciendo el mal. Recuerdo también el día en que creamos la primera raza de dragones (Los Dragones Demonio, cuyo primer espécimen y eterno Rey, es y será siempre Bahamut). Y también recuerdo el día en que una tarde infernal estaba yo tremendamente aburrido y ocioso jugando con las almas de los incautos y sus desmembrados y podridos cadáveres, que junté todo eso en una inmensa esfera de oscuridad, le doté de unas alas y creé a uno de mis mejores amigos demoníacos y mi actual mano derecha... ¿Conocen al gran Legión? Pues de él mismo estoy hablando.

Todo iba jodidamente bien... hasta que llegó aquel día... dos mil millones de años antes de que Dios y los Antiguos Celestiales pensasen siquiera en crear su Universo Personal por medio de lo que los actuales habitantes del Mundo Humano llamasen vulgarmente el Big Bang... ¡¡¡Menuda Patraña!!! Todo eso fue producto del cataclismo que hubo luego de que estrepitosamente media dimensión Terra fuera destruida producto de un gigantesco meteoro al que invocaran los celestiales luego de que 5 de ellos, los más poderosos, se sacrificaran... ¡¡¡Y gracias a ello tienen su Planeta Tierra, por un miserable accidente, weones tontos!!!

Durante ese tiempo (La Guerra de los Pecados) las luchas sangrientas y despiadadas entre nosotros contra el Ejército Divino al cual se aliaron todas las razas para librar la batalla final, no cesaron... Hasta que cierto hijo mío convenció a gran parte de la raza de los dragones (entre ellas los Dragones Rojos, principales traidores y principal razón de que perdiéramos la guerra) y a un enorme número de humanos para derrotarnos... Posteriormente, un círculo de magos, llamados los Horadrim crearon las Piedras del Alma y luego de que nos encerraran allí... no volvimos a aparecer nunca más...

Ahora que vuelto a mi hogar, me decepciona profundamente el caos en que nuestra descendencia, gloriosa y unida en un principio, esté tan decaída, promiscua y separada en varios grupos que mitad están de nuestro lado, mitad quieren hacer el mal por su cuenta, y la última mitad nos traiciona a un nivel tal que quiere buscar algún modo de vivir en paz con los humanos y con el resto de las criaturas de ese tan simpático Amigo Imaginario al que llaman Dios. ¡Si es de no creer la escoria de vida a la que me ha tocado volver!

Y es por eso que me conformo con estar en soledad... mientras me preguntó dónde habrá quedado toda aquella gloria y esplendor que antaño poseíamos y si existiría alguna forma de lograr esa unión nuevamente... Mientras en este lugar medito sin cesar, trato de buscar la respuesta.

A no ser que esa respuesta venga a mí... ¿Es mi idea... o acabo de sentir una presencia cercana observándome?
Adam Cross
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Mensaje por Meft Yagami Sáb Abr 09, 2011 12:33 am

Ese dia en especial, a traves de los portales piratas, como decia Mark, el era un comerciante del mercado negro, tecnomago y de gran inteligencia. Había creado tantas cosas a su corta edad de 18 años, era uno de los mejores amigos de meft, y uno de los proovedores de portales creados con tecnologia magica como decia el. Gracias a esos portales "clandestinos" podia viajar sin tener que pagar un importe y llegar directamente al mundo de la oscuridad sin tener que pasar por varios portales como era acostumbrado.

Esa vez se fue sin permiso del jamaiquino, el jamas le permitiria ir a ese mundo con las ideas que traia en la cabeza.

Se puso un vestid rojo, con una abertura la falda que llegaban hasta su abdomen, permitiendo ver sus piernas por completo al caminar. Su cebello lo llebaba suelto, este caia de forma agraciada sobre sus hombros y su espalda hasta las sentaderas, no tenia escote delante pero detras era sin espalda. A juego con el vestido traia unos ermosos zapatos de tacon de ahuja de unos 10 cm de alto. Esto estilizaba aun mas su figura, sin mencionar que la postura que le daba hacia resaltar sus pechos. Una hermosa y sencilla gargantilla de diamantes al igual que sus aretes, los cuales centellaban al contacto con la poca luz del lugar.

Su cabello estaba completamente blanco y tenia las marcas del orochi en rojo, pues estaba en una etapa donde no perdia la conciencia pero podia accedr al poder de dicho dios sin ser controlada. en pocas palabras estaba accediendo solo al 30% del poder de su estado orochi, lo cual no le causaba daño, pero era como tener solo un cambio de look con el mismo poder que tendria en su estado normal, solo que los impactos de este fuego plateado dañaban mas internamente que fisicamente al impactar con su rival.

Su mente estaba ocupada por todas las misiones que habia tenido, exitosas por cierto, toda la sangre que habia derramado y toda aquella adrenalina recorrer su cuerpo.

Meft no era del tipo de chica que se dejaba sucumbir a sus deseos tan facilmente en cuanto a su placer personal se trataba, pero esta vez era diferente. El "amor" aque pensaba sentia por aquel hombre maduro no era mas que admiracion confundida por dejarse llevar por sus sentimientos. Asi que decidio ya no inivirse mas. Era una neko, a sus 18 años aun era virgen y realmente se habia dado placer ella sola pocas veces en su vida, asi que ese dia iba decidida a darse gusto solo a ella, aunque claro siempre con la idea en la cabeza que sus planes se fueran a pique por cualquier cosa.

Adrenalina...eso siempre le causo excitación en ocasiones, vestida asi, con el fuego del orochi saliendo de sus manos se adentro al mundo de la oscuridad. Caminaba por el terreno como si fuese su patio tracero, mientras se divertia peleando con quien se le pusiera en frente, demonios deviles incitados por su apariencia, pensando que seria comida facil de atrapar.

Despues de un rato, haciendo que su fuego desapareciera al igual que su presencia y al estar en un paramo casi desolado se percato de la presencia de alguien, asi que caminando hacia ella le observo por unos momentos, hasta que aquel hombre se percato de su precencia. Valla que era apuesto...una pelea, una charla, una discucion, una amenaza...una exitanto noche con el, nada de eso le importaba, simplemente estaba facinada con su presencia, de cierto modo, en esa forma, la oscuridad le atraia mas que las buenas precencias. A eso se le llamaba "instinto de yamata".

-Buenas- dijo la neko al pelinegro mientras continuaba de pie a la misma distancia que se ecnontraba cuando le empezo a observar
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