Felonae's Emporium

Aquella mañana el despertador emitió un sonido más atronador que de costumbre, o al menos eso es lo que creía la joven peliazulada, que se desesperazaba en la cama mientras aquel artilugio seguía emitiendo sonidos continuos y molestos con cierta frecuencia. Protestó y retiró las sábanas, luego, con un sonoro golpe en el interruptor que tenía justo encima de la campanita, aquel ruido infernal dejó de oírse.

Al fijarse en el en la hora que mostraba su despertador, dio en la cuenta de que ya era la hora de abrir la tienda. Así que se levantó y con las piernas empezó a buscar sus zapatillas debajo de la cama. Cuando las encontró (tuvo que agacharse para eso) sonó de nuevo otro sonido, la joven suspiró, parece que esa mañana no la iban a dejar en paz: esta vez se trataba de la puerta, desde afuera alguien dejó claro de quién se trataba exclamando:

—¡¡El cartero!!

Y nada más, Lenda supuso en ese mismo instante que ya se hubo marchado. Se acercó a la puerta y ahí vio una carta en el suelo, justo en el centro del recibidor. La tomó e inspeccionó el remitente: para su padre. Por supuesto, él no se encontraba allí, en efecto, hace ya muchos días que no volvía a casa. De vez en cuando le solía preguntar a los guardianes del castillo, sin embargo, lo único que le respondían era que se encontraba muy ocupado, en una misión secreta para el mismísimo duque de Lindblum.

Dejó la carta en la mesa del recibidor y se metió en el baño para darse una buena ducha mañanera. Luego, se vistió. Se puso una blusa muy ligera, una chaqueta y la falda de siempre provista de útiles bolsillos donde guardar todas sus herramientas, la mochila debía de encontrarse en la tienda ya que por su habitación no se la encontró.
Salió a la calle, su casa se encontraba justo delante del barrio comercial, estaba ya acostumbrada a que se oyeran gritos desde fuera, ya que ese barrio era unos de los que nunca descansaba. Su tienda, era la que se encontraba justo al lado de su puerta. Se trataba de una entrada pintada de color verdoso al igual que los marcos de la gran vitrina donde se exponía un motor de niebla de un barco volador muy antiguo. Encima había un cartel alargado y azul en el que ponía Felonae’s Emporium.

Nada más entrar en ella, Lenda se dispuso a poner un pequeño cartelito que rezaba “abierto” justo en la entrada para avisar a los transeúntes. Luego entró y se puso tras la mesa principal que se encontraba en el extremo más alejado de la entrada. En la tienda se exponían armas, escudos, diversos objetos útiles y sobre todo aquello relacionado con la maquinaria. Justo detrás de la mesa, se encontraba otra puerta, que daba al almacen, una sala que Lenda utilizaba para trabajar, su último proyecto estaba allí sentado, era una especie de figura antropomórfica de madera hecha con trozos de madera y metal. Parecía un muñeco. Nunca supo la manera de que funcionase, ni con la niebla, ni utilizando el vapor.

Nada, excepto aquella misteriosa carta, que ahora mismo se la había llevado a la tienda. Parecía que iba a ser un día normal…

Un pequeño batir de una campanita informó a la muchacha de que alguien había entrado en la tienda. Se volteó y vio al joven: pelinegro y ojos rojos. No parecía haberlo visto otra vez por la tienda, por lo tanto, no eran los que normalmente visitaban su tienda a comprar piezas antiguas de transistores. Más bien un guerrero que venía a comprar algún arma.

—Bienvenido a Felonae’s Emporium, Señor. ¿Puedo ayudarle en algo? —preguntó la joven, ofreciéndole al nuevo comprador su más bonita sonrisa.

La joven siguió con la mirada al guerrero que curioseaba por toda su tienda observando las espadas y los escudos que se mostraban en las paredes. Justo al lado había una cristalería en la que se observaban pociones y distintos ungüentos. Acercándose más a la mesa donde estaba Lenda, se encontraba una parte llena de motores de nieblas, unos antiguos y otros más recientes, piezas pequeñas de barcos voladores, rotores… en el almacén que se colocaba detrás de ella se encontraban las piezas más grandes, pero siempre se reservaban.

La joven escuchó su petición. La verdad es que la cogió un poco distraída: ¿artefactos mágicos? A lo mejor quedaba alguno de los que se encontraba su padre en los viajes alrededor del continente de la niebla… Lenda pensó durante unos segundos, poco después se le iluminaron los ojos justo delante del chico, que se había acercado lo suficiente como para ver el voluptuoso cuerpo de Lenda. Le dijo:

—Espere aquí un momento, me parece que aún me queda alguno en el almacén —. La joven peliazulada se volteó en dirección a la puerta trasera y desapareció por allí. Poco después salió del mismo lugar, esta vez cargando una caja llena de cachivaches y artilugios que debía de pesar bastante ya que flojeaba y necesitaba un gran esfuerzo para llevarla en sus brazos, pero aún así, consiguió colocarla encima de la mesa, justo delante de su cliente.

—Aquí está, Señor. Espere un momento a ver si encuentro algo que pudiera gustarle… — Y así fue como empezó a hurgar en la caja, sacando todo tipo de instrumentos, pagodas, linternas; objetos que debieron ser mágicos en un momento de sus vidas pero que, por desgracia, parecían haber dejado de funcionar. Con todo aquel “trasterio” en la mesa, la carta que estaba justo encima se deslizó suavemente al suelo y se abrió, accidentalmente, mostrando un pequeño mensaje y un colgante que empezó a destellear con fuerza en el suelo. Llamó la atención de ambos.

—¿Qué… que es eso?

Lenda sacó todo tipo de artilugios de la caja. Posiblemente ninguno de ellos llamaría la atención del muchacho, pero al menos tenía que intentarlo. Ni siquiera ella sabía lo que podía hacer o no las cosas que sacaba, tampoco tenía ninguna garantía de que funcionasen, lo único que podía venderle al chico que fuera mágico eran las propias balas mágicas que ella mismo fabricaba. Sin embargo, se olvidó totalmente de la carta que había recibido esa mañana, dejando que el guerrero la descubriese.

La joven se apresuró y rodeó la mesa para coger el colgante antes de que aquel guerrero pudiese cogerlo en su lugar. Fue un acto temerario, sobre todo viniendo de una joven que lo único que quería era venderle algo útil a aquel posible comprador, sin embargo, no podía dejar que se llevara a aquel colgante. Tras tomar el mensaje y la joya, las presionó entre sus pecho y lo miró a los ojos, se encontraba justo enfrente de él.

—Lo… lo siento… esto no está en venta —dijo— pero tengo muchas cosas más que pueden interesarle.

Lenda esperó que el joven no entrara en cólera, o que se fuera de la tienda por acto tan desagradecido. Esperaba que el chico pudiera entenderla.

El chico le insistió, pero Lenda no iba a ceder, podía haberse llevado la tienda entera, que nunca podría llevarse aquel colgante. De todos modos, era una carta que había sido mandada a su padre, y eso valía todo el oro del mundo y aún así seguiría siendo insuficiente. Desconocía también si aquella joya fuera mágica o no, también sus poderes. Pero eso es sólo porque no había leído previamente la carta, que también llevaba entre sus manos.

—De verdad, no puedo. En realidad desconozco lo que es, me llegó esta mañana —. La maquinista intentaba convencerle de que no podía adquirirlo— podría ser, incluso… peligroso ¿no cree? Señor.

La enrojecida mirada de los ojos del guerrero se clavó directamente en la de Felonae, provocando que esta se enrojeciera un poco, parecía un ratoncito temblando en un rincón ya que un gato iba a comérselo. No acostumbraba a miradas tan penetrantes como aquella, pero estaba segura de que no iba a ceder.
La joven abrió su mano, y en su guante aquel colgante relució como nunca. Se trataba de una especie de diamante en forma de rubí que brillaba por dentro con una luz azulada y mortecina. Lenda se preguntó porqué esto iría dirigido precisamente para su padre. Al hojear la carta, tuvo su respuesta, en ella rezaba algo así:

“Dale este colgante a tu hija, en el momento en el que se lo ponga, ella sabrá qué hacer”

En ella no aparecía ninguna firma. Tan sólo aquella enigmática frase que Lenda no supo muy bien a qué se refería. Tan sólo que se refería a ella, sólo que no sabía qué hacer, y menos lo sabría tan solo poniéndose la joya alrededor del cuello.

El guerrero se acercó un poco más a ella, quizá demasiado. Se colocó justo a su lado donde pudo leer la carta, y de paso, tener una vista de primer plano sobre sus pechos. Tras enterarse de que había ido reduciendo la distancia que lo separaban los dos, Lenda se retiró a dejar la carta sobre la mesa, y luego volvió a mirar al chico para contestarle:

—¿Qué quiere decir el Señor? —aseguró enfurruñada— yo nunca engañaría al comprador, siempre he sido muy honesta con ellos —. La joven se inclinó hasta él hasta dejar sólo unos escasos centímetros entre su rostro y el de él. Quería dejarle constancia de su enfado por haber dudado de ella: nunca había hecho ninguna treta para venderle algo más caro a nadie, solamente ponía un precio y se ponía a regatear intentando poner un precio más alto que el de compra, al menos un 10 o un 20%. Pero nada más.

Lenda, decidida, tomó el colgante y se lo puso en el cuello. Quería demostrarle al joven que sólo se trataba de una joya sin magia, solamente con un resplandor bonito en su interior.

—¿Ves? Es un objeto normal y corriente… —dijo— no te va a servir de nad… —. Pronto, antes de terminar su frase, la joven fue interrumpida por un potente resplandor que surgió del rubí, un resplandor azulado que nada tenía que ver con su luz mortecina de antes. Totalmente desconcertada, Lenda sólo pudo observar como la piedra tallada empezó a elevarse lentamente delante de su rostro hasta pararse justo delante y proyectar una luz rectilínea que apuntaba en dirección norte, perdiéndose más allá de la tienda, y quizá de la misma ciudad.

—E…esto… bueno… —titubeó sin saber que decir, pues el collar, por sí sólo, había mostrado sus capacidades mágicas.

off: gracias por rolear conmigo ^^

off: no hay problema me gusta rolear mucho xD

Johan logro divisar ciertas palabras en la carta, esto ya que era dificil concentrarse para ver la hoja de papel y no otra cosa. Luego esta fue dejada en la mesa por la chica que intentaba justificarse mas, intentando convencerlo de que solo era una simple piedra y que ella jamas se aprovecharia de un cliente. Cosa curiosa ya que aunque sus palabras parecian sinceras, la reaccion de la joya fue otra.

Esta piedra brillo con un gran resplandor que ilumino la tienda y al parecer mostraba o señalaba una direccion. Esto podia significar varias cosas, a pesar de no ser un experto en objetos magicos, Johan habia aprendido a diferenciar algunos por sus efectos a la hora de activarse.

-Bueno pues parece que este objeto "comun y corriente" tiene mas magia de la que aparenta. Incluso parece ser de esos que señalan la ubicacion de otro, quizas el resto de las demas piezas de joyeria- le respondio a la chica, mientras miraba como esa luz salia de dicha piedra, paso su mano por encima del haz de luz solo por curiosidad.

La joven intentó de esconder el haz de luz con su mano, pero le era imposible, parece que atravesaba todo lo que tocaba y no paraba de emitir una tenue luz azulada hacia un lugar desconocido. No entendía muy bien lo que estaba pasando.
Lo mismo hizo su cliente, poniendo el dedo índice justo donde se encontraba el haz, sin poder taparlo. Supuso enseguida de que a lo mejor aquella joya pudiera llevar a algún tipo de tesoro.

—Pues… no lo sé —dijo— también parece que la luz lleva mucho más allá de la ciudad, hacia el norte, y es conocido por ser muy peligroso —. Lenda se refería a las extensas tierras del norte, las de Burmecia, separadas de las de Lindblum por una fila de montañas que era imposible de pasar a no ser atravesando una peligrosa gruta.

Lenda, en realidad, no tenía ni idea de a donde le llevaría aquella luz, pero era su única oportunidad de saber exactamente qué significaba todo aquello. Nada más retirar el colgante de su cuello la luz desapareció y el rubí volvió a su resplandor mortecino e interior original.

—Por favor, no revele nada de lo que haya visto aquí —. A pesar de ser un poco intimidante aquel guerrero, Lenda supo que podía confiar que le guardaría aquel secreto.

Tras escuchar la respuesta del joven, solo pudo llegar a la conclusión de que aunque Lenda, más que por el dinero, estaba movida por la curiosidad, lo cierto es que ambos querían averiguar más sobre aquel colgante. La peliazulada pensó que lo mejor que podía hacer era pedir su ayuda para buscar las respuestas a aquel enigma.

—Bueno… entonces puede que al final hagamos un trato —. Lenda tomó el collar y lo guardó en uno de los bolsillos de los que disponía en el cinturón que le sujetaba sus vaqueros cortos. Allí estaría seguro.

—En principio… me gustaría mucho saber a dónde nos llevará este colgante —le contó. Luego, mirándole a los ojos, le cuestionó con la mirada si de verdad podía confiar en él—. Espero que pueda confiar en usted para ayudarme, ya que soy incapaz de viajar sin compañía.

La joven pensó durante un momento que podría confiar en aquel chico. Se arrepintió en silencio del terrible error cometido, pues, si hubiera descubierto ella sola ese poder, no necesitaría obtener la confianza de ese chico en cuestión, cuya mirada no inspiraba ninguna.

—Soy Lenda Felonae, pero me puedes llamar Lenda simplemente. Encantado de conocerte…

El chico se mostró un tanto petulante y empezó a llenarla de piropos que hicieron sonrojarla. Lenda le pidió que parase y que la esperase en la tienda. Fue entonces a su casa a preparar algunos víveres y otras cosas, pues marcharían ese mismo día a buscar lo que quiera que fuese que estuviera señalando su colgante. Luego apareció por la tienda de nuevo, con una mochila cargada bajo su espalda. Llevaba en ella algo de comida para aguantar unos días de viaje, así como munición y su pequeña pistola de plata. La necesitaría pues en las afueras de Lindblum los soldados no podían ofrecerle protección a la maquinista contra los mounstruos de la niebla.

—Cerraré la tienda hoy. Espero que estés preparado… ¿O no?

—Entonces no tiene sentido que estemos aquí esperando por más tiempo —sugirió la chica. Tras decirle al chico que la esperase afuera de la tienda, le echó un vistazo más a la carta. No parecía que hubiese allí algo más que le pudiera servir como pista para averiguar de qué se trataba aquel colgante más de la enigmática frase antes descrita, por lo que lo dejó ir y guardó el colgante en un lugar seguro de su mochila para que nadie pudiera arrebatárselo.

Salió de la tienda cerrando la puerta tras de sí, se había asegurado de que todo estaba en perfecto orden allí dentro y la había hecho esperar al chico al menos por 10 minutos.

—Perdona la tardanza, ya nos podemos ir.